Estos días son complicados por varios motivos: el estrés de la enfermedad o el miedo a padecerla; el cambio de horarios; el cuidado de los niños y mayores en casa… Por ello, la alimentación puede ser una vía de escape y originar que comamos sin “hambre real”, es decir, más por “hambre emocional”. Es el momento para, en lo posible, mantener y/o recuperar los valores de la Dieta Mediterránea.